El ex-futbolista vigués, que con tan solo veinte años colgó las botas para observar el fútbol desde los banquillos, se ha convertido en uno de los entrenadores de moda del fútbol español.
Diego Martínez, entrenador por vocación
Nacido en Vigo, Diego Martínez se traslada a Cádiz siendo un adolescente. Allí, a miles de kilómetros de su hogar, compagina los estudios con el fútbol, formando parte de las categorías inferiores del Cádiz CF. Pese a su amor por el deporte rey, Diego sentía que le faltaba algo, que la pelota no acababa de hacerle disfrutar todo lo que debería. Tenía una explicación: »El chamán» no estaba en este mundo para ser un mero alumno, para observar la pizarra embobado esperando a que por fin termine esa maldita clase. Diego quería enseñar, transmitir sus conocimientos a otras personas, a los futbolistas.
Su sitio eran los terrenos de juego, sí, pero no vestido de corto, sino con traje y pizarra en mano. El gallego era míster por vocación, y con solo veinte años se puso manos a la obra para así ejercer el trabajo de sus sueños.
Andalucía, tierra de oportunidades
Pese a ser del norte, Diego Martínez Penas encontró su zona de confort en el sur, donde lleva viviendo gran parte de su vida. Nuestro protagonista comenzó desde abajo, haciéndose cargo del juvenil del Arenas de Armilla. Poco después, se puso a los mandos del primer equipo. Más tarde, subió otro peldaño más en su pendiente particular, cuando recibió la llamada del Motril, de Tercera División. En esta etapa, estuvo a punto de conseguir su primer ascenso, aunque finalmente su equipo cayó derrotado en el Play-Off a Segunda División B.
Sin embargo, lo que a priori parecía una derrota, sería la primera piedra de la carrera del inexperto Diego. Su labor no había sido en vano, pues el mítico »Monchi» tenía preparadas ya sus redes para echarlas sobre el joven técnico vigués. Así, en el año 2009 puso rumbo al Sevilla FC, donde pasó por distintos estamentos del club hasta sentarse en sus banquillos en el año 2014, cuando tomó las riendas de un filial que dos años más tarde ascendería a La Liga Smartbank, con Carlos Fernández como gran estrella.
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Granada CF, llegar y besar el santo
Tras una temporada discreta dirigiendo a CA Osasuna, Diego retornó a su amada Granada. Allí, se encontraría ante su gran desafío hasta la fecha: conseguir devolver a los andaluces a La Liga Santander. Y vaya si lo consiguió. Además, de forma directa, quedando en segundo puesto, solo por detrás de Osasuna. En su vuelta a la máxima categoría nacional, los nazaríes ya demostraron desde el primer partido que serían un hueso duro de roer, empatando a cuatro en su visita a el antiguo Madrigal.
En marzo, los de Los Cármenes llegaron al confinamiento en mitad de la tabla, a cuatro puntos de un Valencia que marcaba la zona »Euro» y con la permanencia prácticamente certificada. Tras el parón, los chicos de »el chamán» no solo alcanzaron el objetivo de permanecer un año más en Primera División, sino que consiguieron lo inimaginable: conseguir un billete para la Uefa Europa League. Una absoluta locura. ¡Cuatro a cero frente al Athletic Club y séptima plaza marchando para el Granada!
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Diego Martínez, un cirujano táctico
En el Granada CF, este estratega nos ha mostrado su repertorio táctico y su gran capacidad para intervenir en los encuentros. El entrenador gallego no es de esos que se queda mirando la vida pasar. Le gusta analizar, participar y sacar el bisturí para sorprender al rival.
El sistema habitual que utiliza es el de 4-2-3-1, con un mediapunta talentoso, como ocurría con Carlos Fernández el curso pasado, o bien con un mediocentro más llegador, tal como Yangel Herrera.
No obstante, le hemos visto variar su formación en varias ocasiones, como ocurrió en la semifinal de Copa del Rey ante el Athletic Club, donde optó por jugar con un 3-5-2, dándole mucha importancia a los carrileros y poniendo contra las cuerdas a Gaizka Garitano. Aunque suele emplear el mismo dibujo, le gusta introducir variantes a su equipo, pero sin renunciar a su estilo, sea quien sea su rival. La escuadra de La Alhambra se caracteriza por ser un bloque compacto, con buena presión tras pérdida. Sus contragolpes, con jugadores veloces como Darwin Machís, son el plato principal de su »menú». Aunque esa es su seña de identidad, los nazaríes también saben poner la pausa y hacerse con el control del partido, por lo que dominan muchísimos registros.
Ese alumno que abandonó su pupitre para ser él quien cogiese la tiza, es hoy ya, con apenas 40 años, todo un magistrado. Un profesor experimentado al que todos sus pupilos observan con atención, y en cuyas clases nadie bosteza.
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