Eduardo Coudet, despierta Celta, carajo

diciembre 11, 2020diciembre 11, 20206 minutos de lectura Luis Iglesias Rodríguez

Eduardo Coudet, con 2 victorias en sus 3 encuentros como jefe celeste, ha conseguido reanimar a un RC Celta que se encontraba en la UCI, dotándole de la personalidad que había perdido campañas atrás.

Eduardo Coudet dentro de la cancha

No fue el peor. Tampoco el mejor. Pero sí que fue uno de los más pasionales, de esos que mueren por el escudo que lleva bordado su remera. Y eso es algo que la hinchada agradece, pues no hay nada más satisfactorio que ver como un pibe se deja la vida en la cancha por los colores de tu equipo. »El Chacho» Coudet era uno de esos, y por esta misma razón dejó huella allá donde pateó la bola.

El de Buenos Aires debutó en Primera División el 23 de octubre de 1993. Lo hizo como jugador del Platense, uno de los fundadores del profesionalismo en Argentina. En 1995, se fue a Rosario Central, donde sus intervenciones dentro y fuera del verde le erigieron como ídolo »Canalla». Además, con los de Santa Fe conquistaría su primer trofeo, la Copa Conmebol de ese mismo año.

Para desgracia de los rosarinos, el por aquel entonces mediocentro les abandonaría pronto para comprometerse con el San Lorenzo (1998). Un buen año con »El Ciclón» le bastó para firmar con uno de los gallitos de la Argentina, el River Plate. El Monumental divinizó a aquel chico de peculiar cabello y afilados dientes; cinco temporadas colmadas de éxito, amor y fidelidad que provocaron que su corazón hoy pertenezca un poco al »Millonario».

Dejó River, probó suerte en el Celta de Vigo, retornó al Rosario Central de sus amores… También pateó en México. Y en Estados Unidos, donde acabaría colgando las botas en el 2010. Se abrían nuevos horizontes para »El Chacho». Un Chacho en cuya cabeza ya se dejaban ver pizarras y áreas técnicas.

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El paso a los »bancos» de Coudet

Aquí comienza un nuevo vínculo con Rosario Central, que se encomendó a Coudet pese a ser un novato en los bancos. Sin embargo, y como si de un romance adolescente se tratara, el espléndido proyecto que había ido configurando en sus primeras citas como técnico auri azul, terminó siendo derruido meses después. Como cuando llega el verano, y eso que creías amor, se apaga como una vela.

De su etapa en el Club Tijuana, mejor olvidarse. Pero por fin llegó. Como llegan las segundas oportunidades, como un haz de luz en una noche oscura. Fue Racing Club, ese nuevo amor que recogió los escombros de su desaliñado corazón. Y así, con el mimo que Eduardo Coudet necesitaba para brillar, Racing salió campeón, y por partida doble. En el 2019, los de Avellaneda levantaron la copa de la Primera División Argentina tras cuatro años de barbecho. No contentos con esto, los pupilos de Coudet se alzaron también con la Superliga Argentina, certificando así un hito que no ocurría desde hacía 52 años. En lo más alto, El Chacho se marchó de Avellaneda. Era el momento de »volver al pasado».

Un efímero pero triunfante paso por Internacional sería el prólogo de su desembarco en Vigo. Pese a las tentativas del club brasileño por retenerle, esto fue inviable. Coudet, con una espina clavada en sus premolares que le impedía masticar cómodamente su éxito, decidió sacársela. Esta raspa era el Celta, y por eso hoy dirige en Vigo.

Antídoto »Barra brava» para la apatía celeste

Pecho frío: dígase de la persona que no “siente” la camiseta, que no juega con pasión o calor. De esto eran acusados por sus propios aficionados muchos de los jugadores del Celta de Vigo, de no jugar con »Afouteza e corazón». Un conjunto con solera, grandes nombres y un buen estatus económico, pero que sin embargo lleva años coqueteando con el descenso. Tal vez fuese ese el problema, que los encargados de abanderar a la escuadra viguesa por todo el país no sentían al Celta como deberían.

El Celta carecía de esencia, y Eduardo Coudet tenía el antídoto: la pasión. Esa pasión que inunda a todo argentino cuando la pelota echa a andar, y la misma que abarrota los pulmones de los Barras Bravas segundos antes de esbozar sus primeros cánticos. »Celta, vos sos la pasión que llevo en el corazón. Y por eso yo te aliento de la cuna hasta el cajón».

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Coudet, el 4-1-3-2 y los primeros brotes verdes en el Celta

Aunque cayó en su estreno como preparador celeste (4-2 ante el Sevilla), parece que de tanto alentar, Coudet va despertando al Celta de su siesta. Con un inmediato lavado de cara, los gallegos han ganado sus dos últimos partidos ante Granada y Athletic Club y ya fantasean con ser una de las revelaciones de La Liga Santander. Por talento, no será.

El entrenador argentino se ha decantado por un esquema innovador (4-1-3-2), en el que el tópico »una buena defensa es un buen ataque» está a la orden del día. ¿La razón? Si los de Balaídos logran mantener el balón alejado de su campo, serán un auténtico dolor de muelas para cualquier equipo, pues la formación se tornará en un 4-1-5 prácticamente imparable.

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Las recuperaciones en campo contrario del peruano Renato Tapia le brindan a los tres mediapuntas (Denis, Nolito y Brais) una independencia única en 3/4 de cancha. El Chacho explota la gran virtud de todos ellos, la de filtrar balones a espaldas de la defensa rival.

Este »bombardeo» de pases al hueco es aprovechado por el más listo de la clase, Iago Aspas, al que en la mayoría de ocasiones solo se le presentará el conflicto de si finalizar él mismo la acción o regalarle una ocasión de gol a Santi Mina, el »9» puro de los celtiñas. Aunque se traten solo de los primeros bocetos, los esquemas de Coudet no pintan nada mal.